Tú eliges donde
TÚ
ELIGES DONDE
<< El
Señor me dijo: No digas: “Soy demasiado joven” porque tú irás adonde yo te
envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo
estoy contigo para librarte- oráculo del Señor >> (Jeremías 1, 7-8)
El llamado del Señor no se
define por las cualidades y talentos que podamos tener. Él no escoge personas
perfectas, porque si miramos las Sagradas Escrituras Dios toma a un Moisés
tartamudo e inseguro de sí mismo, y lo convierte en un caudillo liberador; un
pastorcito como David y lo hace rey; una huérfana desamparada como Ester y le
otorga un imperio; y Jesús, a un simple pescador como Pedro, que lo negó tres
veces, le entrega las llaves del Reino. ¡Y así nosotros dudando de lo que Dios
puede hacer en nuestras vidas!
Jesús sale al encuentro. Él
siempre toma la iniciativa, por eso, este proyecto está cimentado en Él, porque
si esto fuese de humanos, hace rato se hubiera acabado. También, si fuese por
excelencia personal, ninguno seria digno de recibir este camino, por lo tanto,
si Dios nos pone en este peregrinar es por alguna razón. El Señor conoce los
deseos más profundos de nuestro corazón y aun así nos eligió.
Mi experiencia vocacional nace
igualmente con las mismas inquietudes e incertidumbres. Cuando inicié mi
proceso vocacional no estaba muy seguro que este fuese el camino correcto para
realizar mi vida. Inicialmente participé de las escuelas vocacionales, siendo
un niño, sin ningún tipo de criterio y sin deseos de comprometerme con este camino.
Venía a los encuentros del seminario, y los disfrutaba mucho por la logística y
las diferentes actividades planteadas. Pero, no sentía aun esa chispa
vocacional en mi corazón.
Luego, en mi último año de
colegio decidí iniciar el proceso vocacional, un año de discernimiento
intensivo con miras a ingresar al Seminario Mayor. Tenía muchas dudas, tal vez
no era lo mío. Pensaba en la posibilidad de estudiar otra carrera o tener una
experiencia afectiva; como Jeremías me sentía muy joven para emprender un
camino de tanta exigencia. Sin embargo, tuve la paciencia y la constancia en
ese año de aspirantado. Asistí a los diferentes encuentros e iba a mi parroquia
de origen para fortalecer este deseo que se presentaba de manera extraña en mi
vida.
Poco a poco fui comprendiendo
que el sentido verdadero de la vocación nos lo da el Señor, porque por nuestra
condición humana no logramos entender completamente este llamado, ya que, Él
nos llama a cada uno de nosotros de manera distinta. Es un misterio inagotable
saber totalmente porqué hemos sido elegidos por Él. No podemos autollamarnos,
porque es Dios mismo quien elige y somos nosotros los que rechazamos o
aceptamos su voz.
Al ingresar al seminario,
aunque no había disipado mis inquietudes y seguía dudando de la pertinencia del
camino vocacional, me sentía motivado para continuar un discernimiento serio
con el deseo de tener más firmeza en la decisión que había tomado. Uno de mis
mayores temores era mi propio comportamiento. Yo siempre fui un joven normal
que aspiraba y soñaba como los jóvenes de mi edad. Llegué a enamorarme y a
tener grupos de amigos que departían en fiestas y bailes. Sin embargo, los
constantes llamados del Papa Francisco a aceptar la misericordia de Dios, me
llevaron a entender que Dios me quería a su lado independientemente de mis
limitaciones. Uno de esos mensajes que más me llegó al corazón fue: “la Iglesia
no es un museo de santos, sino un hospital de pecadores”, en el que Francisco
resalta la fragilidad de los miembros de la Iglesia y su constante deseo de
conversión.
Es necesario pues tener una
actitud de apertura, para que el Señor vaya moldeando nuestra existencia, ya
que, por nuestras propias fuerzas humanas, no podemos realizar la obra de ser
mejores cristianos e idóneos discípulos suyos. Es decir, necesitamos del Señor
para que esto se haga realidad, de lo contrario, no podríamos alcanzar la meta que
anhelamos.
Siempre fui muy temeroso
frente a los nuevos retos, pero cuando se está verdaderamente convencido que el
llamado es del Señor, los miedos deben pasar
a un segundo plano; Dios ya debe
ser el centro de nuestra existencia, y si Él nos puso en este camino, Él mismo
se encargará de llevarlo a un buen término.
Fui comprendiendo entonces que
la vocación requiere también nuestra entrega generosa, porque ella es una
propuesta de parte de Dios que exige una respuesta valiente. El Señor puede tocar la puerta de mil maneras,
pero si nosotros no le abrimos, la llamada será infructuosa. Como decía un
sabio formador Monseñor Ernesto Estrada, “La vocación más que en la claridad de
la llamada está en la generosidad de la respuesta”
Durante la formación siguieron
surgiendo en mí demasiados interrogantes, incluso, que me han llevado a
titubear y a pensar muchas veces en abandonar el camino, pero la misericordia
del Señor es tan grande que me sigue llamando a pesar de mis incertidumbres.
El lema del seminario pastores
al estilo de Jesús, me proponía un reto aun mayor: formar mi vida y dejarla
moldear por mis formadores, de tal manera que mi seguimiento del Señor fuese
tan auténtico que paulatinamente asumiera los mismos sentimientos de Cristo.
“Porque habéis de tener en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo
Jesucristo en el suyo” [1] , sobre todo aquellos que
tienen que ver con el hermano, como lo son la misericordia y el amor desmedido.
Precisamente, una de mis grandes motivaciones vocacionales era el servicio a
los pobres y la pastoral. La cercanía con la parroquia me ayudó a enamorarme de
la misión de la Iglesia en favor de tantas comunidades necesitadas.
Uno de los instrumentos más
valiosos para discernir el llamado vocacional es la oración. Ella me ha
sostenido, me ha dado las fuerzas para saber afrontar aquellos problemas que
muchas veces no sé cómo solucionar. En la oración reconozco que necesito de
Dios y esto es un acto de valentía, porque pedir ayuda no es un signo de
debilidad o inferioridad, sino de fe y humildad, ya que, Dios tiene la
capacidad de cambiar aquello que yo ni siquiera he sido capaz de transformar.
Ser un vocacionado en estos
tiempos exige más, porque lamentablemente vivimos en una sociedad carente de
afectos, que no sabe dónde poner su mirada, entonces buscan aquello que les
pueda dar “felicidad” pero realmente esa realidad que supuestamente los iba a
llenar de satisfacción, solo es pura vaciedad.
Un mundo que tiene sed de infinito, pero busca lo efímero y que está
lleno de inestabilidad, donde hoy quieren una cosa y mañana otra.
Es tan triste que el mundo
tenga prestigio, estatus, poder y selección de personas. Pero, es tan hermoso
saber que para Dios ninguno es menos valioso, porque para Él todos somos
importantes. Muchas veces somos indignos de su amor, pero Él nos lo sigue brindando
a pesar de lo que somos, porque su bondad es tan infinita que siempre nos
muestra su mano misericordiosa.
Un mundo que va en
contracorriente al camino que sigo. Tantas cosas que me ofrece la sociedad,
pero he decidido tomar otro rumbo, incluso de ser “diferente” al resto de las
demás personas, porque así muchas veces me pueden catalogar, como un ser humano
“raro” por el hecho de ser seguidor de Cristo.
Las cosas fáciles las puede
obtener cualquier persona, porque no requieren mayor esfuerzo, en cambio,
cuando un camino viene de Dios exige esmero y dedicación, Él no quiere hombres
que busquen caminos cortos para librarse más fácil. Él quiere hombres que luchen
por su Reino, que no teman en proclamar su Evangelio, porque para eso hemos
sido llamados, para anunciar su Palabra a todos los rincones del mundo.
Tenemos el ejemplo de Jesús que no llamó a uno ni a dos, si
no que nos llamó a todos para que lleváramos el Evangelio. Él nos enseña que no
podemos andar por el mundo como personas solitarias, porque hay un hermano que nos
está esperando para que le regalemos lo que Él nos ha anunciado.
Para El Señor todos somos importantes y valiosos. Hoy es el
día para escribir una nueva aventura. Es el momento para darnos cuenta de que a
pesar de nuestras fragilidades Dios nos sigue llamando, y nos invita a correr
tras sus huellas. Es el instante para regalarle al Señor un SI; que sea
verdadero, cargado de alegría y compromiso. El mundo nos necesita, millones de personas
nos esperan, es posible seguir construyendo el Reino de Dios.
No esperes más, arriésgate, porque tal vez seas tú el llamado
a escribir una nueva historia vocacional.
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